Reseña del libro «Las colonizaciones en el Mediterráneo antiguo»

Reseña del libro «Las colonizaciones en el Mediterráneo antiguo»

Compartimos una reseña del libro Las colonizaciones en el Mediterráneo antiguo de Adolfo Domínguez Monedero, publicada en el Vol. 41 Núm. 1 (2023) de Gerión. Revista de Historia Antigua, publicada por la Universidad Complutense de Madrid.

Reseña de Elena Duce Pastor

En Las colonizaciones en el Mediterráneo Antiguo, publicado por la editorial Síntesis (2022), Adolfo Domínguez Monedero aborda el fenómeno histórico de la colonización en la Antigüedad. Concretamente, presenta las semejanzas, diferencias y patrones comunes que afectaron a las culturas fenicia, griega y romana desde un punto de vista literario, epigráfico y arqueológico. Siendo un especialista en el mundo fenicio y griego, se atreve a introducir a la cultura romana en el proceso de la expansión por el Mediterráneo. El objetivo es ambicioso, pues requiere un profundo conocimiento de la historia política y social de prácticamente toda la Antigüedad, a la vez que se ha de aplicar una constante crítica a las fuentes. El destinatario de esta monografía es el alumnado universitario que se enfrenta al desafío de comprender procesos prolongados en el tiempo que son compartimentados en las asignaturas universitarias. La colonización puede ser tratada en diversas materias, pero la visión global siempre queda de lado. Además, es un tema que ha generado interés en las teorías postcoloniales y del que no había hasta ahora una monografía en castellano.

En la Introducción, Adolfo Domínguez Monedero ya revisa dos de los potentes
estereotipos que han marcado el estudio del tema: por un lado, el término “colonia” y, por el otro, la visión del otro. La colonización en la cultura europea tiene una fuerte herencia mental del siglo XIX, con implicaciones sobre la dominación del otro y la superioridad intelectual y moral de Occidente. Es por ello que, tras décadas de debate, la investigación no se siente cómoda con el término, pero tampoco ha encontrado otro
más aséptico. Al menos ha logrado debatir científicamente sobre sus connotaciones.
Lo mismo ocurre con la idea de la superioridad cultural del que se desplaza frente a la población que lo acoge. Es especialmente interesante la desmitificación de la empresa colonizadora como un plan minucioso y elaborado, respondiendo más a un deseo de conseguir nuevos recursos, tierras o librarse de un grupo poblacional indeseado, que tiene consecuencias que no eran esperadas. Al mismo tiempo, huye de la reducción a la nada de los fenómenos coloniales como si fueran empresas espontáneas sin ningún tipo de organización, porque son procesos diferenciados a las emigraciones individuales que se han dado en toda la historia. Tras la introducción, el libro está dividido en tres bloques con una extensión similar, procurando que ninguno cobre especial protagonismo o suponga el punto de comparación con el resto.

El primer bloque está dedicado a la colonización fenicia, un proceso lleno de incógnitas fruto en parte de la ausencia de un corpus escrito propio. No sabemos cuál es la motivación inicial de los fenicios, una vez que se ha desmitificado la presión del Imperio asirio, pero lo cierto es que se lanzan a fundar ciudades muy alejados de la costa sirio-palestina. La motivación principal parece la explotación de recursos. Domínguez Monedero establece semejanzas en todas las colonias fenicias, como la vinculación con la ciudad madre, la propia rivalidad con otros grupos de fenicios o la elección de un espacio costero donde establecer modelos polinucleares. De manera magistral y concretando la información al máximo, hace un recorrido por el extremo más occidental del Mediterráneo, dedicando espacio a Huelva y a Gadir, junto con la problemática de ser considerada ciudad cuando el yacimiento fortificado con continuidad sigue siendo Castillo de Doña Blanca. No deja de lado Lixus y otros lugares del norte de África. Destaca en esta parte la apreciación de yacimientos como El Carambolo, que ha pasado de ser un tesoro indígena a ser un espacio cultual de contacto apto para fenicios y para las poblaciones locales “orientalizadas”. En cuanto al Mediterráneo central, incide en la fusión de lo fenicio con la cultura local, sea tomando como ejemplo la interacción entre la cultura nurágica de Cerdeña y la estela de Nora, sea en la fundación y desarrollo de Cartago. Entiende también los tofet como una muestra de hibridación entre lo indígena y lo fenicio.

Pasando al segundo bloque, dedicado a la colonización griega, podemos afirmar que la primera parte es la más tradicional, pues hace un recorrido por los pasos previos a la colonización y por los diferentes problemas que llevan a la polis incipiente a expulsar a un grupo poblacional. También se ocupa de diferentes modelos de fundación que son un repaso de su anterior libro en la misma editorial, La polis y la expansión colonial griega, siglos VIII-VI, cuya primera edición es del año 1991 y que ahora revisita para presentar las principales novedades.

Es vital la introducción de la colonización imperialista de Atenas en el periodo clásico desde la perspectiva del primer experimento de una polis con vocación global y de dominación del otro, ya que ofrece una mejora fundamental para los ciudadanos desfavorecidos por primera vez. La alimentación de la población a través del trigo importado para dejar paso al monocultivo de aceite, así como la fundación de cleruquías, verdaderas fundaciones de control, son vistas con una nueva mirada. Se puede observar la diferencia mental que estriba en la selección de ciudadanos atenienses para la fundación de cleruquías. Además, se les garantiza la conservación de su ciudadanía y son llamados a regresar en el momento en que el Imperio ateniense finaliza. Supone un cambio de paradigma importante con la desconexión del individuo, que no de las elites, cuando se marchaban al proceso colonial durante el Arcaísmo.

Finalmente, trata la colonización helenística, que surge de las campañas de Alejandro. Es un espinoso problema ante la falta de datos concretos y el precipitado fin por la muerte del rey macedonio. Alejandro Magno, erigido en el papel del oikistés que cambia el oráculo por su opinión personal, busca el control del territorio y el abastecimiento de sus tropas con una serie de colonias. Establece pequeños grupos de soldados retirados pero operativos. Muy probablemente la falta de hostilidad de las poblaciones tribales, que no tienen conciencia estatal, permite que la convivencia sea relativamente sencilla, pero no que los soldados quieran regresar a Grecia en cuanto acaba el sueño de la conquista.

En resumen, el panorama griego aparece en toda su complejidad, dejando de reducir la colonización únicamente al Arcaísmo y presentándolo como un modelo de expansión por el territorio con diferentes motivaciones pero que siempre afecta a la construcción de la identidad griega. Los griegos se definen en contraste con el otro, pero su construcción teórica se va haciendo cada vez más compleja.

El bloque final está dedicado a la colonización romana, iniciada a finales del periodo republicano como fruto de la necesidad de Roma de ir controlando el territorio. Domínguez Monedero destaca dos profundas diferencias con los modelos anteriores: la dependencia y la legalidad. En el mundo romano, una colonia es una prolongación de Roma, tenga el estatus legal que tenga, y se entiende como un apéndice que ayuda a la gestión del territorio. Incluso en un momento temprano, cuando Roma aún no ha asimilado que ha creado un imperio, el territorio se ha de controlar de manera efectiva para gestionar los recursos. La prioridad principal es alimentar y mantener a una capital inmensa a través de la importación de todo tipo de materiales y alimentos para evitar el conflicto social. La legalidad es el segundo gran pilar, visto desde un prisma casi obsesivo. Roma no puede dejar partir a ciudadanos dejándoles la participación política, que es esencialmente presencial, por lo que crea un nuevo estatus a imitación del de los aliados latinos que implica todos los derechos salvo el del sufragio. Esta pérdida de derechos real se cambia por la promoción vital del reparto de tierras.

El problema surge a finales del periodo republicano, cuando se hace evidente que la Península Itálica no puede dar más de sí en el asentamiento de colonias. Sila funda colonias como castigo a los partidarios de Mario, evidenciando un problema irresoluble: la promesa de tierras a los soldados ha de cumplirse y no hay espacio en la Península Itálica. Con un ejército aumentado por la conflictividad de la ciudad de Roma, la solución es la creación de colonias latinas fuera de suelo itálico, en las fértiles tierras mediterráneas. Hasta ese momento solo habían sido lugares de explotación y de enriquecimiento de los magistrados. Es por ello que el impulso de fundación colonial corresponde al gobierno de Julio César, completado por Augusto tras su muerte, para dar cabida a los efectivos de veteranos que salen de las Guerras Civiles. Pasado ese momento inicial, con picos como las fundaciones en Dacia, las colonias romanas van perdiendo fuerza. Este fenómeno coincide con la disminución del número de soldados, ya que Roma mantiene solo un ejército de frontera.

Las referencias bibliográficas no son constantes, fruto de la finalidad docente del volumen, pero están actualizadas y equilibradas entre los tres bloques. También hay que destacar el uso de las fuentes antiguas para ejemplificar las hipótesis teóricas del autor, que facilitan el entendimiento de procesos complejos. Lo mismo ocurre con los mapas, que ayudan a situar diferentes espacios alejados entre sí y ponerlos en perspectiva, especialmente si pensamos de nuevo en el alumno universitario o en el interesado por la historia en general. Es claramente un libro con vocación de llegar más allá del reducido grupo de especialistas en la Antigüedad, que también disfrutarán de su lectura.

Finalmente, el aparato gráfico en los anexos es destacable como objeto de consulta rápida y eficaz, empezando por la selección de fuentes sobre el tema, una novedad en sí, pero también las tablas cronológicas de fundación o la lista de las hipotéticas fundaciones coloniales de Alejandro y de los Diádocos. Los anexos finales destinados a la consulta de referencias concretas completan una monografía esencial que sin duda inaugurará nuevas sinergias en el estudio de los fenómenos coloniales en diferentes culturas antiguas. En definitiva, es una obra para conocer los principales problemas de las colonizaciones en el Mediterráneo, desde la cultura fenicia a la griega y romana, aportando al lector los materiales e incógnitas suficientes para un desarrollo amplio del tema.

Elena Duce Pastor
Universidad Autónoma de Madrid
elena.duce@uam.es

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