Reseña del libro “La imagen y su contexto cultural”

Reseña del libro “La imagen y su contexto cultural”

Compartimos una reseña del libro La imagen y su contexto cultural de Lucía Lahoz, publicada en el El número 21 de Matèria, Revista Internacional d’Art.

Reseña de Rosa Alcoy

Sobre arte, imagen y cultura en la Edad Media

El libro La imagen y su contexto cultural. La iconografía medieval, de la profesora Lucía Lahoz, publicado por la editorial Síntesis, nos invita en primera instancia a penetrar en un balance teórico que avanza seguro a través de los mundos asociados a las imágenes medievales. Para ello resulta imprescindible abordar el concepto de Imago a lo largo de un período que todavía se nos ofrece trenzado por incertezas pero que ha ido estableciendo sus perfiles fundamentales a partir de itinerarios múltiples que nos explican mucho de lo que todavía hoy acaece en el occidente europeo. El mayor lastre que remolca la Edad Media es la soldadura a una mala fama genérica que, incomprensiblemente para una mente racional, imprime un valor descalificador de carácter global a estos siglos. No son pocos los que aluden a todo tipo de realidades negativas ajenas al período adjetivándolas de «medievales», con lo cual revelan un menosprecio sin matices por todo el período. Sabemos que cada época activa y procura construir una mirada sobre el pasado, pero para enjuiciarlo históricamente se deben precisar las coordenadas que se van utilizar para comprender su entidad. El libro de la profesora Lahoz define este pórtico en su parte primera, configurada generosamente por cuatro apartados distintos que nos introducen en el tema de modo progresivo. Se plantean los problemas a resolver y los enfoques cardinales que permitirán cimentar y desarrollar los capítulos siguientes. La construcción nos lleva de lo más general a lo que podemos considerar específico, incluyendo en este apartado aquellos debates que, metodológicamente renovadores, van siendo cada vez menos inhabituales en nuestros estudios.

Para realizar una investigación de modo ecuánime la autora sabe bien que es preciso no renunciar a las bases del análisis artístico puestas por estudios precedentes en un sentido poco restrictivo. No basta con fijarse tan solo en los resultados de las últimas décadas. Hallar el equilibrio es siempre un reto difícil y, mucho más, en una obra de tipo general que se enfrenta a una verdadera avalancha de contribuciones. Sin embargo, los objetivos son alcanzados en función de los criterios que se han establecido al inicio. Recorrido este trecho del camino y después de las primeras cien páginas —en un texto de más de trescientas de escrito tupido—, se accede a un panorama inmenso cuya exploración atenta va a prosperar en la segunda y tercera partes del libro («II. El discurso hecho imagen» y «III. Temáticas imaginadas»). Gracias a una selección de obras, en la que se destaca a conciencia el papel y la creatividad del arte hispánico, se abordan de modo preferente no solo los telares en que se fabrican las obras medievales sino sobre todo los lugares o «mercados» que, en un sentido directo y metafórico, nos envuelven en los momentos y ciclos temporales que circundan a los protagonistas de la historia que lo son como creadores de las imágenes y desde la revisión del uso que se va a hacer ellas. Se dibuja así un panel amplio de utilidades y potencialidades que circunscriben también la presencia misma del donante (o su retrato) en la representación y, por tanto, nos permiten acceder a su imaginativa interacción con las obras o los temas expuestos.

Los registros iconográficos e iconológicos deben salir a la luz ya que son creadores de un contexto —y son creados a su vez dentro de un contexto— que se imponen en el tiempo y el espacio, y en las formas. Las obras y sus argumentos no pueden concebirse nunca como un todo acabado, que muere una vez se ha emancipado como producto artístico autónomo.

Dicho de otro modo, la obra no es un hecho cultural culminado, desvanecido o inerte. Si el sujeto que intentamos alcanzar es el arte de toda una época todavía cabe esclarecer mejor su significación y contingencias. Quizá el polisémico concepto de lo cultural nos descubra que no vamos a ser capaces de reproducir todos sus ángulos, todas las vueltas y revueltas que lo constituyen, sea de modo ensimismado o expansivo, pero el hecho es que el libro se plantea justamente para la revisión de estas encrucijadas y para conducirnos hacia estos y otros problemas. Asumida esta perspectiva, cada tema de estudio es un aspecto relevante para entender una realidad figurativa muy extensa, incluido el efecto figurativo de lo arquitectónico como generador de potentes imágenes y manifestaciones simbólicas que se labran en la Edad Media. El libro atestigua el especial interés de Lucía Lahoz por todo tipo de construcciones medievales y por sus vertientes escultóricas, sin desfavor hacia otras técnicas artísticas. Todas ellas convergen en este libro que saca partido de espacios creados como aparatos multimediales sobre los que la autora ha investigado ofreciendo ya propuestas renovadoras en múltiples trabajos monográficos publicados con anterioridad.

Las obras conservadas logran esclarecer la entidad artística de cada una de las etapas que representan, hacen historia en más de un sentido. Cuando el nivel de exigencia con que fueron configuradas es alto, o muy alto, cuando su calidad y notoriedad son más efectivas, los rastros que descubrimos determinan impresiones y estampas que dejaron huella al tiempo que se convierten también en estructuras expresivas que abren plaza en una disertación que ni principia ni acaba en sí misma. Un fragmento desamparado, quizás abandonado a una suerte incierta, siempre ejerce presión sobre el todo civilizado que se desea interpretar o hacer visible en su lógica originaria. De este modo, entendemos mejor que toda la realidad artística, en este caso la medieval, es importante y que no cabe prescindir de ningún aspecto, pese a la paradójica selección que conlleva todo estudio general. En el texto que reseñamos se clarifican estas tensiones ya que se propone incluir de forma densa y matizada creaciones de tipos, funciones y alcances muy diversos.

Todo lo que sabemos sobre el arte medieval suele conjugarse en programas o espacios contenedores de mensajes complejos, en obras muy sobresalientes y en otras que las acompañan sin embarazado excesivo. Acordaremos que las obras concluidas pueden exceder o restringir lo que se pudo prever en un principio. Sobrevolar lo que pudo ser previsto evoca el problema bosquejado ya en la prefiguración de la obra: pienso tanto en el sujeto que la encarga como en su creador eficiente, ya que ambas intervenciones deben ser tenidas en cuenta, aunque no siempre se equilibren o, ya de origen, gocen de protagonismos o responsabilidades que deban ponderarse tanto a partir de un objetivo común como desde sus escasas similitudes. Más allá del donante (o comitente) y del artista creador (o hacedor de la obra), el sujeto receptor gozará de la previsibilidad o imprevisibilidad del hallazgo que, sea impuesto o voluntario, se manifiesta también como imagen que se brinda ante sus ojos, convirtiéndolo en receptor deseado o inesperado.

Lo «imprevisto» por el historiador del arte se convierte también en un foco de interés indudable, ya que desde esta posición se advierte que nuestra visión siempre va a depender de unos conocimientos y asimismo de una capacidad atareada en manejarlos sin arbitrariedades en exceso recurrentes. Al igual que en los casos anteriores, aunque se cambie el objetivo, permanece la voluntad de esclarecer lo que se desconoce, para ir más allá de la creatividad y la novedad y distan- ciar lo que pudo ser un uso inhabitual de la función mejor establecida y resiliente. En este horizonte abierto, el efecto sorpresa es proporcional a los recursos con los cuales seamos capaces de comparar lo que visionamos por vez primera. La cultura enmarca la capacidad de análisis, las emociones y las percepciones que se dejan caer sobre el arte viejo, o el nuevo, tanto si estamos dentro de ese mismo contexto cultural como si nos situamos fuera de su círculo mágico. La medieval fue también una época caracterizada por su pasado, o sus «pasados», activa en la recuperación de la antiguo. Si pensamos desde nuestra propia óptica sin renunciar a este punto de vista que fundan tiempos alterados, confrontados o super- puestos, el tema adquiere gran relevancia y se enzarza todavía más el grueso de un argumento abarcante que se desarrolla en las imágenes con amplitud y claridad.

Aunque lo mucho que nos plantea y sugiere el texto de Lucía Lahoz no quepa en el espacio limitado de estos comentarios, advertiré que la lectura de este libro es recomendable por diversas razones. En primera instancia porque nos propone debatir sin parti pris sobre un sinfín de temáticas que he intentado evocar mínimamente en los parágrafos anteriores, al no poder reseguir-las aquí punto por punto. Se trata de cuestiones situadas en los horizontes que más parecen inquietar en la actualidad —en todo caso más que no lo hicieran en otros instantes—, pero que es conveniente matizar para esclarecer los problemas a los que realmente nos enfrentamos. Las páginas escritas por Lucía Lahoz nos van a hacer pensar estirando de una cuerda invisible, pero fuerte y consistente, en la que van engarzándose los ejes de un ensayo ambicioso en que la investigación y la docencia se reencuentran. La autora presenta al lector atento un panorama rico en sugestiones, repleto de ejemplos y referentes bibliográficos, que lo obligaran a cuestionarse ciertas cosas y a delimitar, a tachar o subrayar algunas de aquellas en las que creía fijamente. Por otra parte, el libro se impone como lectura necesaria porque la trama en la que penetramos obedece a una revisión tenaz, forjada en lecturas de todo tipo (las que se citan y las que no hace falta citar), que permiten sacar partido atinado de otros discursos. Sobre estas bases se construyen una serie de capítulos entre los que se establecen enlaces para plantear, después de un trabajo de selección que siempre resulta arduo y comprometido, una visión que enriquece, si no la imagen medieval en sí misma, que es profunda y valiosa por derecho propio, la visión que se tiene habitualmente de su cometido y su situación en la historia.

Me he referido a las citas ya en alguna otra ocasión y para no dar lugar a malentendidos quizá valga la pena esclarecer el paréntesis anterior, alusivo a los libros que no se mencionan. Cada cita suele ser una elección condicionada, tal vez por el rigor académico o por la devoción a un autor, por reconocimiento o por necesidad. Sin entrar en más detalles, también existen, y a ello me refiero, todas aquellas lecturas que se han realizado y que, sin tener un papel fijo o único, sobrevuelan el discurso. Hallándose al margen de los temas tratados, fecundan la disertación al pasar a formar parte de la cultura y bagaje del que siendo lector también se trueca en compositor de escrituras. Quizá estas citas no se echen nunca en falta desde la perspectiva del especialista, quizá la autora no tenga siempre conciencia exacta de su efecto, pero su existencia sobrevive a modo de película sutil y flexible que organiza el pensamiento, es más, ese bagaje suele fecundar y abrir perspectivas sobre los escenarios a recorrer. En los trabajos de la profesora Lahoz esas otras lecturas se hacen visibles y, unidas el goce del texto y de la cita, nos ayudan a entender también su interés integrador por el conocimiento que nos conduce inexorablemente a la valoración del «contexto cultural». No olvido la idea de imagen en la que trabaja y que, como ya se observa en el libro —y deseo insistir ahora en ello—, se manifiesta en las obras visuales de manera distinta o alternativa, aunque persista el enlace bidireccional, o la analogía, con lo que fuera o fuese escrito sobre temáticas compatibles.

Debemos admitir que nos desplazamos a un espacio distante de la historia que demanda revisar con buen ojo las artes de la Edad Media, a veces lastimosamente abandonadas, o disfrazadas por otros supuestos, en un incendiado baile de estilos mayores o menores.

Frente al reto de lo general, la conciencia del límite, definido como gran precipicio que se abre a nuestros pies, puede dar lugar a más de una renuncia. No es insólito que frente a este tipo de desafío se llegue a caer en ese doloso vacío aglutinante que incita a rehusar la tarea que impone la síntesis. Las barreras no son pocas y hay que celebrar que, aunque sea solo de vez en cuando, alguien que construye nuestra tradición historiográfica, alguien que la conoce —y la ha meditado sin obviar el panorama internacional—, tenga la capacidad y la valentía de elaborar un libro de alcance general. Este nacimiento nos invita a reprogramar nuestra lectura de la Imago medieval, a volver a discutirla directamente o a través de sus espejos o de propuestas renovadas que nos animan a revisitar algunos de sus paisajes «infinitos» de modo fructífero. Hay que intentar rehacer esas atmosferas desvanecidas, fueran las obras, conjuntos y ambientes que las constituyeron, religiosos o seculares, o ambas cosas a un mismísimo tiempo.

El libro editado en papel ha sido ilustrado tan solo con diez figuras, pero cuenta con el apoyo de materiales digitales adicionales que amplían la selección bibliográfica, incluida al final del volumen. Esta extensión incluye asimismo un elenco de imágenes comentadas, que se han estimado como las más convenientes para seguir los contenidos expuestos. Por tanto, el formato se adapta a los requerimientos establecidos por la colección de la editorial Síntesis:

«Temas de Historia Medieval», coordinada por el profesor José María Monsalvo de la Universidad de Salamanca. El tema desarrollado por Lucía Lahoz, catedrática también de la Universidad salmantina, va a ser una fuente de estudio para todos aquellos que deban aproximarse al arte medieval y, al mismo tiempo, va a impulsar el debate sobre aspectos que desbordan la Edad Media.

Merece la pena volver sobre todo ello, en especial cuando se desea reconstruir la aportación trascendente de unos siglos repletos de sensibilidades seductoras que no pueden quedar perdidos —o suspendidos— entre la majestuosa y estremecedora Antigüedad clásica y el Renacimiento vanguardista y elegante del siglo xv, aquel con el que el arte Gótico alcanzó a convivir.

Legos o extraños a su estudio, pero en especial aquellos que poco o nada perciben de su riqueza real, han contribuido a reducir la Edad Media a un tiempo de tinieblas en que se impuso un retroceso general. Este libro sobre la imagen y la cultura de la Edad Media nos advierte que estamos a tiempo de revertir estos errores. Es más, hay que eludir los artificios alarmantes que, menospreciando los hechos del pasado de forma global, conducen a la malversación de la historia y de las humanidades.

Podemos caer con facilidad en la artimaña simplificadora o en el engaño reduccionista que se nutren de olvidos y de lejanías espesas, pero también podemos aproximarnos al mundo de la Edad Media que Lucía Lahoz nos va a contar desde la temporalidad más actual, pero buscando la objetividad histórica que, como advierte desde el inicio, se inquiere de modo preferente, aunque no exclusivo, desde los tiempos del Gótico. Este estudio sobre la cultura y la imagen del período medieval nos ayuda a no permanecer indiferentes ni a sus virtudes y riquezas expresivas ni a la diversidad ostensible e imperfecta, como todas, que gravan sus registros e inquietudes. Por tanto, la autora no solo nos invita a revisar con rigor un tema complejo, enmarañado a veces, a partir de un aparato bibliográfico amplio y cuidado, sino que nos estimula a observar sus creaciones más de cerca para procurar deshacer algunas tercas nebulosas. En definitiva, el arte medieval se nos ofrece como algo valioso en sí mismo que, contextualizado en un marco cultural que se destila en entornos locales incontables, teñidos a menudo por policromías hechiceras, todavía va a ser capaz de sorprendernos

Rosa Alcoy

Universitat de Barcelona rosaalcoy@ub.edu https://orcid.org/

0000-0002-8534-2629

Aquest article ha estat publicat originalment a Matèria. Revista internaci- onal d’Art (ISSN en línia: 2385-3387)

Este artículo ha sido publicado originalmente en Matèria. Revista interna- cional d’Art (ISSN en línea: 2385-3387)

This article was originally published in Matèria. Revista internacional d’Art (Online ISSN: 2385-3387)

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