FUENTE: LICENCIA HISTÓRICA
Agradecemos a Roberto Morales Estévez la exhaustiva lectura del libro Los espacios de la muerte en Roma, de Miguel Requena.
Aquí compartimos un extracto de la reseña que acaba de publicar en su página Licencia Histórica.
Evidentemente, hablar de la muerte no es que sea, a priori, un tema muy agradable para la sociedad actual. Como dice Miguel Requena, la sociedad actual obvia la muerte. Añado yo que la esconde y la oculta en asépticos tanatorios. Pero a través de la muerte de lo que nos habla Requena es realmente sobre la vida y aspiraciones de los habitantes de Roma.
La muerte es un rito de paso, el último del que tenemos constancia, tanto para los romanos como para nosotros y, como es evidente, aunque la muerte sea igual para todos, su tratamiento y concepción no es la misma. Mientras que para los cristianos los muertos son seres pasivos a los que rezamos para su mayor gloria, los muertos romanos pasan a ser una potencia divina con la que hay que interaccionar de manera precisa y exacta.
La muerte en Roma está rodeada de un exacto, complejo y preciso ritualismo con un orden y cadencia muy determinado que sirve tanto para neutralizar la ansiedad del que sobrevive a su ser querido, como para ayudar al finado en su difícil camino al más allá. La descripción minuciosa de dicho ritual es el objetivo de Requena en el presente libro. Para ello se vale, y es digno de mención, de numerosas fuentes tanto primarias como secundarias dando al libro un importante apoyo documental.
La “primera parada” reflejada por el autor es el preciso momento de la muerte, donde se inicia un difícil camino hacia el Hades como paso previo a los Campos Elíseos, que las almas no conseguirán sin el correcto ritual ejecutado por los vivos. Un camino difícil y sin una geografía clara donde acechan peligros y pruebas como la de Caronte o Cerbero.
Un camino casi imposible de culminar con éxito para aquellos que no han sido enterrados de manera correcta por los más diversos motivos tales como que su cuerpo quede insepulto o no esté al completo enterrado, como les podía pasar a los muertos en batalla. Tampoco lo tienen fácil aquellos que tuvieran un final violento (saevus finis), como los ajusticiados, que eran presa de magos y hechiceras. El oficio desempeñado en vida también podía ser un gran problema para acceder al más allá si éste te ponía en contacto con la muerte, o eras prostituta o esclavo. La redención no era, ni mucho menos, universal.
Por eso, y está contado con todo lujo de detalles, el ritual y el tratamiento del cuerpo era de vital importancia. Desde el rito doméstico que, si era posible, se iniciaba acompañando al moribundo y que terminaba con la necesaria purificación del espacio doméstico y de la propia familia, a los ritos públicos. De gran importancia son, evidentemente, los espacios de recuerdo del fallecido; sepulcros, sarcófagos o sepulturas familiares como el Mausoleo de Agusto.
Estos se encuentran en los cementerios, que se sitúan en las afueras de las ciudades, pero dada la importancia del recuerdo de los que nos han dejado, se ubican en lugares de gran visibilidad a la entrada de las ciudades y bellamente decorados, recordando así al viajero el poder de Roma y sus grandes clanes familiares. Aquí el libro de Requena se podría comparar a una guía del viajero dada la gran minuciosidad del texto al recorrer la Vía Apia, Ostiensis o Tiburtina con sus textos conminando al viajero que respete el lugar de descanso eterno.