FUENTE: EL LABORATORIO
Aquí os dejamos un extracto de la entrevista publicada a Antonio Martín-Cabellos, autor del libro Sociedad, cultura y globalización, en EL LABORATORIO.
Antonio Martín-Cabello es licenciado y doctor en sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Máster en Gestión de Recursos Humanos por la Universidad San Pablo-CEU. En la actualidad es Profesor Titular de Sociología de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid). Ha publicado numerosos estudios sobre diversos aspectos de la globalización. Su último libro sobre el tema: Sociedad, cultura y globalización (Madrid, Síntesis, 2021).
En el entorno académico somos propensos a adoptar conceptos al calor de las modas. Aunque esto no es algo que se nos pueda reprochar solo a los profesores e investigadores universitarios. La moda, como afirmaba Ortega y Gasset, no es un fenómeno frívolo y suele obedecer a causas profundas. Ahora parece que el nuevo concepto desglobalización comienza a circular y se hace popular.
Con él, si no lo he entendido mal, se pretende hacer referencia a un retroceso de la globalización tal y como se venía considerando desde el último tercio del siglo XX −esto es, la globalización neoliberal fundada en el Consenso de Washington−. La desglobalización implicaría que, tras la crisis económica de 2008 y la pandemia producida por la Covid-19 en 2020, se está produciendo un retroceso en los flujos monetarios, de bienes, servicios y personas en todo el planeta. Este sería consecuencia de un nuevo entorno político, en el cual partidos políticos populistas y nacionalistas abogan por renacionalizar la economía, cerrar las fronteras y limitar los intercambios globales.
En principio no habría demasiado problema con esta tesis. La globalización es un proceso de cambio social que está sujeto a lógicas variaciones. No es una inmutable ley de cambio histórico. La acción de los seres humanos puede alterarla y sería perfectamente lógico y posible que se produjese un proceso de desglobalización. En otras épocas de la historia ya se ha visto cómo se producían retrocesos en procesos de integración política, cultural o económica.
El problema está en que la idea de desglobalización se plantea al calor de la coyuntura. Cualquier limitación o retroceso en los flujos globales y cualquier triunfo de un partido político con una retórica antiglobalizadora es interpretada como una señal del fin de la globalización. Esto, la verdad, parece más fruto de un deseo que de un análisis sosegado de la realidad. Pongamos un par de ejemplos. En primer lugar, si nos fijamos en el porcentaje de exportaciones de bienes y servicios respecto al Producto Interior Bruto (PIB), uno de los indicadores más utilizados para medir el grado de globalización económica, encontramos que la crisis del año 2008 y la producida por la Covid-19 a partir de 2019 han supuesto un ligero retroceso (Gráfico 1). Sin embargo, en el punto más bajo de ambas fechas, la curva sigue estando por encima de los datos del año 2004.
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