Entrevista a Ana Iriarte en Revista Saguntina

Entrevista a Ana Iriarte en Revista Saguntina

Saguntina, vol. 17 (2021)

ISSN: 1887-6331

por MERCEDES MADRID NAVARRO (foto: Revista)

Ana Iriarte es Catedrática de Historia Antigua en la Facultad de Letras de la UPV/EHU (País Vasco). Se doctoró en 1986 en la ÉHÉSS de París con una Tesis titulada: Parole énigmatique, parole féminine: à propos du langage figuré et de quelques figures de l’énigme, dirigida por Nicole Loraux. Su publicación en castellano con el nombre de Las redes del enigma. Voces femeninas en el pensamiento griego (1990) constituyó una estimulante novedad por su enfoque pionero en lo que años más tarde se denominaría Estudios de Género.

Su curriculum como investigadora y docente es amplísimo. Ha realizado estancias de investigación en la ENS de Pisa, en el Department of the Classics de Harvard University y, de forma asidua, en el Instituto ANHIMA de París, del que es Membre Associé. Ha impartido cursos y conferencias en la Université de la Sorbonne-Paris 1, la Universidad de Buenos Aires, la Universidade Federal do Rio de Janeiro, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Université Jean Jaurès de Toulouse (2016), etc.

Como especialista en la Historia de Grecia su investigación se ha centrado en el Teatro ático y la Demokratía, el uso político del mito, las identidades culturales y la violencia de género en la Grecia antigua, ámbitos de estudio que ha abordado desde una perspectiva antropológica que acerca cuestiones y complejidades del pasado a inquietudes y problemas del presente. Es autora de decenas de artículos y capítulos de libros en castellano y francés, de traducciones de autores como J. P. Vernant, N. Loraux o M. Daraki y de numerosas publicaciones monográficas y coediciones.

La lectura de las obras de Ana Iriarte no solo es una fuente sugerente de conocimiento sino también un gran placer por su prosa fluida e inteligente. En el prólogo de Las redes del enigma, N. Loraux escribió “…este libro da mucho. Mucho que aprender y que pensar. Todo ello en un estilo tan elegante como firme, con una discreta concisión en la que veo un envite para que el propio lector continúe el camino enigmático de la adivinación en femenino”.

Han pasado ya varias décadas desde que presentaste tu tesis Parole énigmatique, parole féminine, en el EHESS ¿Cómo fue conseguir, según has escrito, el «raro privilegio» de tener como tutora a Nicole Loraux?

Sí, escribí algo así en alguno de los textos dedicados a mi Directora de Tesis, el último de ellos en el colectivo dirigido por Antonio Duplá sobre las figuras de la historiografía del Mundo antiguo, que pronto publicará la editorial Urgoiti. Pero, ahora que lo subrayas, me parece que suena demasiado rotundo en castellano. En francés «le rare privilège» es una expresión muy habitual y creo que la traduje literalmente, en parte, para comunicar hasta qué punto vivo como un «privilegio excepcional» que Loraux me dedicara parte de su precioso tiempo y, en parte, por el hecho de que no llegó a dirigir tantas tesis como su posterior renombre llevaría a suponer. A ella no le atraía tanto la labor docente cuanto la investigadora y ser en extremo respetuosa con el sungráphein, en el sentido de «detallar por escrito»; cuidó mucho su redacción, hasta conseguir una prosa punzante y poética, sin ceder nada a la ficción.

En la era anterior a Internet, la composición de una obra densa y amplia como la suya llevaba mucho tiempo. Dicho esto, conseguir que me dirigiera no fue demasiado difícil. A finales de los años 70 ella acababa de aprobar su oposición de acceso a la enseñanza superior y todavía no había publicado los títulos que la dieron a conocer. En otras palabras, llegué en el preciso momento en que Loraux necesitaba alumnos a los quedirigir. Si la temeridad de solicitarle una tutoría resultó ser el acierto de mi vida, fue sobre todo debido a la suerte, a la oportunidad del momento.

Con la publicación de L’invention d’Athènes y de Les enfants d’Athèna, ambos en 1981, Nicole Loraux se posicionó como miembro destacado del «Ecole de Paris», una denominación que, por cierto, nunca complació a sus miembros.

Pues sí, la diversidad de los intereses temáticos y posicionamientos con respecto a las grandes disciplinas –o sea, la Sociología, la Antropología, la Filosofía, la Historia propiamente dicha – fue creando personalidades muy diferenciadas entre sí. Mediaban abismos entre el enfoque filosófico de Vernant, tan reflexivo siempre con las particularidades de las nociones griegas, el comparatismo entre Helenismo y Judaísmo de Vidal-Naquet, los avances estructuralistas de Detienne, la Historia política de Mossé, el interés por el relato social de la iconografía griega impulsado por Lissarrague, los usos del concepto de discours o «relato» aplicados a la Historíe por Hartog. Con los años, el distanciamiento se materializó en alejamiento espacial. Así, Detienne y Sissa se instalaron en los USA, en cuanto a Loraux, fundó su propio Centre de recherches en 1994: L’antiquité au présent.

En definitiva, los recorridos de los componentes de la llamada «Ecole de Paris» (así, sin acentos, como lo escriben los inventores norteamericanos de la denominación), fueron tan particulares que ya no se entiende por qué se les recuerda como emprendedores de «una» nueva corriente interpretativa. El año pasado, la revista Mondes anciens abordó la cuestión en un monográfico titulado «Qu’est-ce que faire école? Regards sur ‘L’Ecole de Paris’». En la introducción al mismo, François De Polignac plantea la aguda suposición de que «la perspectiva del observador juega un papel determinante en la apreciación del fenómeno» (cito de memoria).

En efecto, visto desde fuera, el grupo de París se presenta como una entidad colectiva fácilmente identificable. ¿Qué rasgos unifican a sus componentes en la forma de trabajar y en la mirada a la antigua Grecia?

Observando como con un objetivo de gran angular –o sea, menos versallesca que De Polignac–, yo avanzaría que, en su devenir diversificado, todos aquellos helenistas se distinguieron por la crítica a las inflexibles observaciones sobre la Grecia antigua anteriormente aportadas tanto por el Materialismo histórico, como por el Estructuralismo, la École freudienne. Una crítica que realizaron desde la simpatía previa por estas corrientes teóricas, o sea, desde un profundo conocimiento de las mismas y no desde el rechazo visceral, como suele ocurrir, en especial, con el Materialismo histórico. En Historiografía y mundo griego (2011), insistí en la importancia de este último matiz para entender el fondo del ejercicio de deconstrucción, es decir –por contradictorio que parezca–, para entender la dimensión constructiva de dicha crítica.


Lee la reseña completa en este enlace.

Aquí os dejamos un vídeo de la autora.

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